jueves, agosto 31, 2006

Notas de Campo 4: Güero soltero intempestivo en sus late-twenties

Hemos llegado a la conclusión con Álvaro de que la soltería en los late-twenties (y sobre todo, la soltería intempestiva de la cual soy víctima) puede llegar a ser una empresa tan generosa como estresante. Generosa, claro, porque te permite un universo de pequeñas cosas y la libertad de hacer, decir, mover, ofrecer y regalar lo que quieras y cuando quieras... , pero también – y ahí está el quid del asunto- estresante porque te exige una serie de prebendas y protocolos sociales inauditos.
Ser hombre, tener 26, sufrir de una enfermiza manía de analizarlo todo y explicar tu soltería intempestiva después de 2 años de compromiso a receptores de tu misma especie implica caminos increíbles y esquizofrénicos por los que te lleva la mente: si lo compartes con colegas del mismo género, te bancas abrazos, palmaditas en la espalda y hasta un silencio conmovedor; los más cercanos a la situación, se preocupan por ti, reflexionan sobre las variables edad-estado laboral-realización personal, te invitan a almorzar y, de paso, buscan detalles que los ayuden a no cometer los mismos errores con sus respectivas (te conviertes en una suerte de modelo de la frase “golpe avisa”, donde tu golpe les avisa a ellos qué es lo que no deben hacer); los que te conocen de lejos, te ofrecen su compañía desinteresada y la del alcohol que puedas poner durante su compañía desinteresada; y a los que les interesa un rábano, te felicitan y te motivan a conseguir un reemplazo afectivo fugaz, inescrupuloso y amoral.
Si lo compartes más bien con las representantes del sexo opuesto, te bancas o la majadería y media de un sector femenino frívolo y banal que intenta consolarte, salvarte o atraparte; o el discurso alentador de aquellas féminas “empoderadas” que después de vino, café y una buena cháchara tienen la inmensa habilidad de hacerte sentir un estúpido por haberla dejado ir y al mismo tiempo un galanazo y un prospecto ideal que pronto conseguirá encontrar su empate perfecto. Es cierto, la soltería intempestiva a mis late-twenties te da un cierto “caché”; un plus “algo más” como dicen los del canal 6; un “haber sido-pero ya no”, un “¿¿¿tantos años??? no te creo, o sea que eres de los que apuntan a largo plazo”; o hasta un descarado “qué tonta, ¿sólo por eso?” (que, en realidad, significa un “qué suerte que se dio cuenta antes de que te hubieras puesto peor”).

Sea como sea, agregarle a estos 26 varoniles años maníacamente pensados un excéntrico toque megalómano del que sufre mi personalidad hace que la soltería intempestiva se convierta en un reto estresante, casi como si fuera una jornada laboral inagotable. Hay que sonreir, ser más simpático de lo normal, darte a conocer en pocos minutos (una suerte de pequeña entrevista), tolerar toda clase de reacciones y de nuevas amistades, responder preguntas mononeuronales e intentar demostrar que aun eres un agente social activo. Cuando no era soltero, las cosas eran más fáciles e interactuar con lo desconocido me importaba un bledo. Solo lo hacía, y me salía bien. En fin, ya se me pasará supongo. Gracias a los que forman parte de los cercanos y las empoderadas que chambean de vez en cuando por soportar y caminar conmigo por esta soltería intempestiva.