jueves, junio 29, 2006

Notas de Campo 4: Güero en Hunamp Ku

Martes 30 de Mayo de 2006
6:47pm

Estas notas van dedicadas al sabio Luchano… ¿estabas esperando que pasara algo perturbador como la “madre humilde”?... ahí va.Amigos, familia, pequeña… pasar la noche en San Roque ha resultado ser una aventura inolvidable. Tengan por seguro que me hubiera encantado ver cada una de sus caras viviendo solo algunas de las situaciones por las que me tocó pasar en Hunamp Ku. Espero que las vivan, con el retraso de las comunicaciones, a través de estas notas.
La tolva me dejó el lunes a las 7:00am en San Roque, al pie del puente verde limón del que les hablé. Muchos nativos ya estaban despiertos y encaminados hacia sus chacras, a 30 ó 40 minutos a pie. Amarran sus herramientas a una bolsa de tela que aseguran a su frente, y de ahí la cargan hasta su destino. Los niños salían de sus casas rumbo al colegio, algunos con sus machetes y jugando a las peleítas con sus amigos: era día de Educación para el Trabajo y necesitaban sus herramientas.
Hunamp Ku, albergue que me habían recomendado unos antropólogos, es una casa (como me enteré ya adentro) de meditación mántrica, maya, veda; es una casa galáctica, esotérica, que combina las meditaciones sobre las Trece Lunas con Teorías energéticas sobre el tiempo y el espacio. Hunamp Ku significa “Dios” o “energía divina” en veda. Debajo del letrero que leía su nombre y resguardado por una imponente construcción de cañas, madera y palmeras, me vi de pronto tocando el timbre de esta aventura. Se escuchaban unos tamborileos, y aunque el miedo me abordó, un joven de mi edad y con zapatillas all-star azul brillantes me recibió y me dio la bienvenida a la casa. No me dijo nada, subió las escaleras de piedra y entre una selva inhóspita y amplísima, me llevó hasta una terraza paradisíaca, con hamacas colgadas en columnas mayas, con mil estatuas de animales, cartas esotéricas, mapas del universo, dibujos de la selva, atrapasueños… y hasta una casa de perros pintada como si fuera un pequeño cielo estrellado: un perrito asustado me miraba desde adentro. Josué era flaco, rapado, vestido como citadino y muy limeño él, aprovechó para contarme sobre la magia del sitio, la energía cósmica que lo rodea, los rituales de fuego y ceniza que realizan, y demás bendiciones que lo habían llevado a vivir ahí 8 meses cuando en realidad fue enviado por una empresa donde trabaja a hacer una chambita de 1 semana. Javier y Claudia, la pareja que administra el templo, salieron a recibirme y me abrazaron con cariño. “Agradecemos a la Luna y al Sol por haberte enviado a nuestras vidas”. Yo los miré sonriente. Eran buenos dando bienvenidas, sin duda. Miré hacia la puerta de salida, solo por si acaso.
Claudia fue a preparar mi cuarto, un cuarto rústico muy acogedor, con todas las facilidades del mundo, tomacorrientes, lámparas, cuadros, insertado en mitad de la selva, con una hamaca personal en la puerta desde donde puedes ver las estrellas, y con unos parlantes Sony buenazos por donde se escuchaban los tamborileos de la jungla. Javier, mientras tanto, me llevó a recorrer el lugar. Anicke, una maestra francesa ayahuasquera había soñado este lugar en una de sus sesiones con la famosa planta de nuestras notas, y la planta antojada le había dicho que construya un sitio como este al servicio de la tierra y la naturaleza, donde el hombre pueda encontrar nuevamente la comunidad con sus otros: una eco-aldea. A esta pareja de jóvenes se le había sido concedido este espacio mientras Anicke viajaba por otros universos (no entendí bien esa parte, pero supongo que había ido a visitar a su familia). Javier era el líder de la eco-aldea: “Yo soy como un hermano más pero organizo este punto del universo, supuestamente” (Javier tenía la mala costumbre de poner en supuesto todas sus creencias).
Ayahuasca y miles de plantas estaban por todas partes. Estoy hablándoles de una manzana entera donde estaba construido este local. Y había mil caminos, templos, baños aromáticos, bibliotecas, cocinas, hornos gigantes donde hacen pan juntos, y 4 habitaciones para visitantes (como yo). Las plantas tenían letreros donde decían: “No me mates”, “no me destruyas”, “soy la esencia de la vida”. En el centro del local, había una gran columna pintada a mano con diseños mayas que servía de antena con el universo, nutría a la tierra de un poder multiforme, y al ambiente lo cargaba de una densidad cósmica. (Pequeña, estaba arquitectónicamente diseñada de manera perfecta con el universo, según me dijeron respetando sus formas hexagonales). Yo asentía ante tanta información, cargaba mi pequeña mochila y me abrazaba muy fuerte a mi destino, el cual sentía peculiar e incierto. “Es el centro de un universo galáctico, supuestamente” mencionó Javier. Los insectos eran más grandes en Hunamp Ku, unos bichos enormes que caminaban por todas partes. Una araña quiso treparse a mis zapatillas y la pisé con mucha furia. Una hormiga negra del tamaño de un perro me mordió en el brazo (no me picó, estas muerden) y tras asesinarla, su rastro en forma de roncha creció en mi brazo solemnemente. Un minuto después, Javier agarró un bicho entre sus dedos y lo depositó en el suelo: “en el templo, no matamos a los insectos, porque ellos son supuestamente parte de la naturaleza”. Recordé mis dos crímenes anteriores (junto con las arañas aplastadas por los ladrillos del cuarto de Don Juan en Taca) y me embargó la risa, pero también el arrepentimiento. Por un momento, me imaginé raptado por estas personas, acusado de crímenes de lesa humanidad (más bien, animalidad) y sin más testigos que el ayahuasca y demás plantas parlanchinas. “¿De todos los lugares, por qué aquí?”, pensé. A Javier le sonreí complacido.
El baño, amigos, el baño… ¿recuerdan que les dije que en San Roque había baños? Bueno, en Hunamp Ku, justo donde yo me alojaría ese día, no había baños porque la idea era renovar nuestros restos con la tierra, desde donde provenimos. Un cuartito de 4 metros cuadrados, con apenas unas paredes de metro y medio de caña, y un huequito muy cómodo (tenía cojín) fueron presentados por mi estimado Javier como el baño. Luego de hacer mis necesidades, debía hacer todo un ritual con aromas florales, quemar unas hojas al lado del pozo, tapar mis recuerditos con granos y semillas de mil plantas que aguardaban en un saco y lavarme las manos con el agua de unas canaletas que atravesaban todo el templo. Si mi necesidad era distinta y más simple que esa, podía hacerlo donde quisiera siempre y cuando mezclara mis fluidos con agua para no dañar el crecimiento de las plantas.
“En Hunamp Ku tu estadía no tiene precio”, rezaba un gran aviso al centro del local. “Vaya”, dije, “locos… y ad honorem”. Pero seguí leyendo: “Lo único que necesitamos de ti es tu energía monetaria: S/33 (alguno de ellos había estudiado marketing, de hecho) y que compartas con nosotros algunas tareas. Aquí nadie es servidor de nadie, todos somos hermanos y aprendemos juntos”. Cuando llegué al cuarto, entendí eso de “nadie es servidor de nadie”: había una escoba esperando en la puerta de mi cuarto. Luego de limpiarlo, amablemente me invitaron a sembrar unas hortalizas nuevas (pero siendo parte de la pensión, ¿cómo negarme?). Arrodillado, malhumorado, pensando en Tarapoto y la comodidad que ya me había ganado, sembré una veintena de plantas con mucho amor y compasión, tras algunos rezos que me enseñaban. La mitad de ellas fue sembrada sin rezos porque mis compañeros me dejaron solo y yo quería terminar temprano para caminar por el pueblo.
Para colmo, eran vegetarianos. Todos hicimos el desayuno. Josué hizo avena con quaker y frutas muy dulces, Rodrigo (con su pinta de Jesucristo superstar) hizo una ensalada de plantas raras, yo hice un jugo de 25 naranjas que me dieron para exprimir y Javier hizo un té aromático. En el almuerzo, Claudia hizo un rissoto sin queso de quinua con brócoli y col, carne de soya molida y mucha ensalada. En la cena, hubo más ensalada y más quinua. Me hicieron reflexionar sobre la comida que suelo ingerir, y me explicaron mil razones por las que el universo tiene frutas y plantas a nuestra disposición. Que debo liberarme de las grasas que atormentan nuestro espíritu. Que debemos dejar los vicios del alcohol y rechazar el sexo como una actividad cotidiana y profana. Que debemos vivir nuevamente entre la selva, encontrarnos en la naturaleza: “el espíritu se alimenta supuestamente de tu vida material, no le quites la oportunidad de expandirse dentro tuyo”.

“Tú has venido a enseñarnos algo, qué cosa crees que es?”, preguntaba Rodrigo a cada rato. Yo había permanecido en silencio mucho tiempo. Así que decidí contarles algunas de mis notas de campo, y mi vida en Lima, sobre ustedes, sobre las personas que quiero y los caminos que he elegido. Fueron muy amables y todo el tiempo respetaron mis ideas. Entendí que no querían convencerme de aplicar las suyas, que me dejarían ir sin fanatismos. Ellos escucharon atentos. Toda la noche fueron mis escuchas más entusiastas (tan entusiastas que se fumaron todas las plantas que pudieron encontrar en su jardín mientras relataba mis historias… fumaron hasta el anís que yo tomaba). Les conté de mis alergias y que en la selva no había sufrido de eso. Me animaron a concentrar mi mente en eso, que la alergia era un producto de mis miedos más intensos, que el estrés me había comido y que debía liberarme. Cantaron una canción y proseguí.

Tras muchos tés míos y muchos humos suyos, Rodrigo se levantó y me dijo que yo había ido a enseñarles muchas cosas sobre el país, sobre la gente, sobre la comunidad… que era una persona con una energía galáctica especial, que no la dejara ir. Rezaron, y yo también recé. Cantaron (y me pasaron el cancionero) y yo también canté. ¿Qué piensan de ese momento? Saltamontes en mis piernas (a los cuales no podía matar frente a ellos), cantos, unos humos extraños (felizmente fuera de mí), mucho té, mucha energía y, sobre todo, mucha fe. En estas personas había más fe que en muchos cristianos que conozco. ¿No es, en ese sentido, lo mismo rezar al dios que has elegido como parte de tu vida con tal que creas fielmente en él, que no tengas dudas de su existencia, de su amor; con tal que pienses que lo que haces es correcto y vivas en cooperación y comunidad con tus semejantes? Yo viví ese momento como si lo hubiera estado haciendo con mi propio dios. El rito es un canal de comunicación, no es el fin en sí mismo. Recé por todos ustedes y por mí. Estaba en medio de la selva y no iba a perder la oportunidad de robarme alguito de esta energía.
En la mañana, me despidieron con un fueguito muy simpático que prendieron en una pirámide de cobre, muchos cantos otra vez y sus manos con las mías. Me asusté mucho, todo era un poco “freak” para mí, pero estaba muy emocionado también porque lo hacían desinteresadamente (salvo, por la energía monetaria, claro). Me dijeron que era un canto para sanarme y sanar a quien yo más quisiera. Me lo tomé muy en serio. Total, a fin de cuentas, pensar en quienes más quieres, siempre es mejor sea en mitad de la Selva más densa o en la mitad de tu iglesia más cercana. Me pidieron que algún día regrese, que me agradecían por las enseñanzas, por el respeto, por haber llegado a sus vidas y dejar algo… yo hice lo mismo. Josué, Claudia, Rodrigo y Javier han sido lo más bizarro de San Roque, y dudosamente olvidaré lo que ahí vi y sentí.En el almuerzo, los habitantes de San Roque me despidieron con hormigas fritas. Son muy ricas, parecen chizitos, negros… Al comérmelas, sentí una dulce venganza en mis labios tras muchas mordeduras de ellos y de sus parientes, los zancudos de la selva y de Taca. Comí mucha fruta y me tomé las últimas fotos. Javier llegó en bicicleta hasta donde la tolva a despedirse. Quizás mi visita y mis historias fueron también bizarras para ellos. Ojalá que sí. Siento más que nunca que podemos aprender de las costumbres más extrañas de nuestros semejantes, que nunca hay que cerrar los ojos ni los oídos a lo que el mundo te ofrece, que la vida es un camino largo, largo, largo, de infinitos aprendizajes. La gente la vive contigo y luego se hace a un lado para dejarte ir. Gracias San Roque por dejarme ir. Ya es tiempo de regresar a mi casa, a mi vida, a mi gente, a mi pequeña.

2 Comments:

At 12:31 a. m., Blogger Kapullana said...

yo tambien estuve en el aquel eco albergue con un par de amigas y mi hija, ciertamente mi pequenha lo recuerda como la casa de los picapiedras jajja... pero yo tambien me lleve una sensacion muy agradable de aquel albergue y leer tu experiencia me saco muchas sonrisas por sobre todo la forma que tienes de ver als cosas y recordar la tan buena onda y energia que cargan estos muchachos, nunca estuvo el tal josua con nosotras, pero si rodigo super star, javier y la increible claudia.. que sigan las experiencias! que Dios bendiga y los corazones reciban!

 
At 12:37 a. m., Blogger Kapullana said...

jaja causita.. mas lorna, despues des dejar comentario, veo quien $%^&*(&@#$%^ sera el sujeto y eras tu!!! jajaja guero!!! soy la xina por seaca

 

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