jueves, junio 29, 2006

Notas de Campo 3: Güero y el Ayahuasca

Domingo 28 de Mayo de 2006
10:41pm

Ayahuasca. La liana de los muertos.
Supongo que algunos de ustedes, entendidos en las artes shamánicas de nuestra selva, alguna vez escucharon hablar de esta famosa práctica místico-alucinógena que en mis días tarapotinos ha venido a presentarse ante mí como un gran rito posmoderno. Los que me conocen de veras, sabrán que no la realicé; pero sí abrí mis ojos y mis oídos para vivirla tras las bambalinas y entenderla. Al frente de La Patarashka, nuestro amado hotel (con baños) donde vive Domingo y sus berrinches, están sembrados los locales malosos, motos, pantallas gigantes con videos estridentes, y repletos de cerveza San Juan. En la noche de mi cumpleaños, fuimos a uno de estos locales a tomar unas San Juan y conversar sobre nuestras escuelas, nuestros profesores y sus realidades. Fue allí que conocimos a “Chinín”, el dueño de uno de estos bares, muy chino él, y muy cortés, también. Y muy cariñoso, también. Como yo resulté ser casi su tocayo (esto del nombre compuesto con el Jose y sus miles de variantes me convierte en tocayo de medio país), me abrazó y contó muchas aventuras selváticas. Otro personaje fue el famoso Herbert (leerlo con acento selvático), chamán y músico de fusión, a quien conocí a través de Sonia: "Con él yo he hecho ayahuasca". Fantástica esta manera de "hacer" y no de "consumir"... simplemente fantástico. Así que decidí informarme sobre esta aventura tácita de “hacer ayahuasca”, la planta que habla.

Aya es un vocablo quechua que significa “muerto” y huasca, “liana” o “planta”. La liana de los muertos es una planta maestra de la selva, no sólo de nuestro país sino de Colombia, Ecuador y Brasil y que es adorada por los maestros chamanes de nuestro oriente como capaz de “hablarnos desde nuestra propia conciencia”. Se cree que la planta tiene el poder visionario de liberarnos, ayudar a encontrar respuestas ocultas en tu subconsciente y que tiene la atribución de hablar contigo apropiándose de tu voz. El Ayahuasca se combina con otra planta de la zona, la chakruna, que tiene los mismos elementos químicos que son causantes de nuestros sueños y que se contienen en el cerebro. Unidos en una sola bebida que es hervida hasta quedar espesa como chocolate, es colada y ofrecida a los iniciados en el rito. Si participas de la sesión de Ayahuasca, no puedes ingerir alimentos muy grasos, ni alcohol, ni haber practicado sesiones amatorias: se trata de una liberación espiritual y debe encontrar tu cuerpo lo más ascético posible. Cuando el rito da inicio, son las 9pm y estás en un gran círculo junto con otros iniciados: el chamán pide permiso a la planta el inicio del rito y esparce el humo de un tabaco muy denso en la habitación. Debes permanecer sentado muy recto para preparar a tu cuerpo de la sensación multiforme del ayahuasca.
Luego vomitas. La acción de devolver algo maligno que habita en ti es un acto espiritual que tu cuerpo te provoca y que carece de aquella connotación denigrante o hasta humilladora que a veces el vómito nos ocasiona: “se trata de devolver, no de expulsar algo que necesitas”. Tomas la bebida y esperas unos 20 minutos a que la planta encuentre el momento de empezar su camino. La música en los tambores, piedras y demás instrumentos del chamán activa el efecto de la planta y esta empieza a hablar, te lleva por caminos sinuosos de tus sueños y te da el control de entrar y salir de ellos cuando quieras. Ves a tus muertos y a tus vivos, te dicen lo que no quieres escuchar de ti, y la planta te aconseja qué debes hacer. Puedes abrir los ojos y salir de aquella conexión alucinógena, y luego cerrarlos y encontrarte con ella donde la dejaste. Luego te duermes, y dicen que a la mañana siguiente eres una persona nueva.
Los turistas vienen de todas partes del Perú y del mundo a conversar con la planta y hacer de un rito selvático un manual práctico de autoayuda que yo, en mi particular opinión, considero individualista y posmoderno… No pretendo ni quiero moralizar estas notas de campo y decirles que estoy en desacuerdo con el ayahuasca, ni tampoco hacer una apología ni extenderles una invitación al rito pues escapa a mis capacidades de persuasión. Pero sí quiero que entendamos el ayahuasca como un fenómeno donde la magia y la ciencia encuentran un espacio en la modernidad donde convivir, donde sobrevivir; la primera, acudiendo a la música, al folclor, al mito, a la tradición fantástica y milenaria de nuestros ancestros y su respeto hacia el poder la naturaleza (así como lo tenían los taqueños en Ayacucho a los cerros o “apus”); la segunda, dándole a la práctica un asidero empírico con argumentaciones y pruebas químicas, alucinógenas, biológicas. Eso es lo que sorprende mis sentidos cuando escucho a la gente decir abiertamente: “hagamos ayahuasca”. Es que no se trata de una fe basada en la tradición, en aquello que jamás tendrá explicación pero en lo que crees fervorosamente, no se trata de una creencia mística en un poder sobrenatural y divino que vive en la naturaleza y en la cual quieres participar desinteresadamente. No se trata de una práctica religiosa de raigambre netamente subjetiva, que sobrepasa la explicación, que convive contigo como un credo sublime. El rito ahora tiene una fundamentación científica, una explicación lógica sobre los efectos químicos exactos que te producirá beber la planta. Esta “hablar con la planta” se convierte en un “hablar con la ciencia”: he allí cuando siento que se trastoca en un rito posmoderno; interesante, hasta respetable, pero sin ello que convierte a un rito tradicional en tal: la mera fe.
Tarapoto ha vendido sus ritos a la modernidad, es un collage desordenado de tiempos y espacios que a veces se enfrentan en silencio. Prefiero hablar conmigo en la lucidez de esta selva fantástica que subyugarme a conversar con una planta que me habla entre las sombras y entre los sueños.
El último día que estuve en San Roque esta semana pude conversar con la profesora Cecilia sobre algunos mitos que controlan el comportamiento de los niños y los adultos en la zona. El Chulla Chaqui, por ejemplo, es un demonio que se disfraza de anciano para raptar a los niños y divertirse con ellos. Es un demonio risueño, como sus pobladores. Lo encuentras en los caminos de la selva, muy viejito, con un pie de recién nacido, deforme, pequeño, que no puede apoyar con firmeza y que siempre intentará ocultar de tu vista. Si lo encuentras y estás perdido, debes ignorarlo, no seguir sus bromas, no intentar guiar sus pasos. Si te rapta, te cuelga de los cabellos en las lianas de los árboles y entre bromas “que solo los demonios conocen cuáles son”, te destripa y te convierte en alimento de los animales. Otro personaje que cabe nombrar en la historia es la Acchivieja, una anciana gorda, arrugada, arrugada, que se disfraza de “abuelita buenita, diga” para invitarte un pancito dulce o una fruta brillante. Es una anciana temible que solo quiere llevarte al lado de los muertos y que tiene una risa incompleta, de dientes temblorosos y un olor a chivo profundo y retador.Los gallos bailarines y pedigüeños que en Taca eran poseídos por el demonio, o las Jarjachas poseídas por espíritus pecadores e incestuosos que viven en nuestras punas, son ahora entendidos en la selva como demonios perversos pero burlones, como ancianas temibles pero risueñas. Es gracioso. Los mitos que nos enseñan lo que no debemos hacer, se parecen tanto a nosotros que pareciera que en realidad sirvieran para extirpar aquello que más odias de ti. La Sierra está plagada de tristezas aun no resueltas y sus demonios purgan eternas culpas y representan temores muy básicos; la Selva está amurallada de risas cándidas, y sus demonios se burlan del miedo que causan, juguetean con su víctima y están representados por los ancianos: aquella faceta tradicional de la que Tarapoto tanto desea huir, a la que tanto desea dejar atrás para abrazar la modernidad, a la que en el mito debes ignorar. Nuestros miedos también se parecen a nosotros mismos, y poco a poco vamos desarrollando estrategias para vencerlas. Por eso poco a pocos nuestros Cucos de toda la vida ya no atemorizan como lo hacían antes. Y nuestros ritos de fe a los que nos asíamos con tanta fuerza empiezan a exigirle a la historia menos magia y más objetividad. ¿No es increíble?Esta noche debo dormir temprano. Mañana viajo en la terrible tolva y llego a San Roque otra vez. Hay un albergue esotérico maya que me espera. Pretendo quedarme una noche a compartir la visión del pueblo, a perderme con los Chulla Chaquis y las Acchiviejas y reírme un poco de mis propios miedos.
Hasta mañana a todos.

2 Comments:

At 3:09 p. m., Blogger Mariella Villanueva said...

hubieras "hecho ayahuasca". qien sabe lo que la plata te hubiera dicho.... "tienes que ser presidente.... tienes que ser presidente"

 
At 5:20 p. m., Anonymous Anónimo said...

no ecribi mi nombre por que no tengo una cuenta, pero queria decirte que lo que escribiste es una descripcion tipo puente entre lo que esta pasando y lo que sucedera, estas llenando un vacio, no es el unico vacio y tampoco esta materia es la unica, pero es importante, porque el ayahuasca es medicina y magia es autoconocimiento y amor por la naturaleza. creo que tus palabras son justas, ademas sucede justo como lo dices,yo creo que los sur americanos deberiamos reconciliarnos con nuestro pasado , asi tendriamos dos pies bien desarrollados para vivir el presente.

 

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